La globalización del mundo digital, el hilo conductor del concepto “Aldea Global”, ha hecho proliferar como setas en otoño una nueva raza: Los Gurús.
Igual te venden cuarto y mitad de fuerzas cósmicas personalizadas, que te recetan una dosis de choque de amor por tus melanocitos, o te otorgan el poder de recolocar a los cuerpos celestes con un leve aleteo de una de tus pestañas, que…
Estos profesionales de la “venta de helio” utilizan hasta la saciedad viejas (muy viejas, por cierto) recetas que, de vez en cuando, dieron una justa y merecida fama a personas que las divulgaron con éxito en el pasado. Unos a otros, y sin el menor pudor, se copian, se revisan, se plagian, se fusilan y presentan cada frase, cada imagen, como el último grito de su fecundo ingenio y su desbordado amor por sus semejantes… con el loable propósito de inflar el globo de su propio ego.
Lo que no te dicen es que, salvo contadas y honrosas excepciones que entrarían dentro del “efecto placebo”, sus postulados no sirven para nada.
Quizá entre las personas que tienen sus necesidades básicas cubiertas (más o menos) y disponen de tiempo libre para “desarrollar su imparable fuerza interior” estos planteamientos conducentes a “liberar la energía que nos dieron las estrellas” tenga cierta aceptación. Lógicamente ¿quién está dispuesto a renunciar a sus súper poderes?
Hubo una novela, CANDY, de Terry Southernen y Mason Hoffenberg, en la que una estudiante de instituto busca la verdad y el significado de la vida, a través de una parodia del CÁNDIDO de Voltaire. Candy es una inocente (hasta la desesperación) muchacha beatnik en busca de ayuda para su propia realización espiritual, que va cayendo en manos de sucesivos “cantamañanas” que lo único que quieren de ella es justamente eso: lo único.
Así hoy nos encontramos ante el fenómeno imparable de las “Redes Sociales” (curioso lo de redes), en los que, salvo honrosas excepciones, proliferan mensajes cargados de sensualidad y suave erotismo, cargas de profundidad sobre ancestrales y vitalistas prácticas estimulantes y algunas sutilezas que, en realidad, son tan antiguas como la propia raza humana.
Porque, en efecto, “Autoayuda” es un término asignado al fenómeno de la cultura actual, en donde algunos gurús, asesores y maestros, inducen a pensar que poseen, y pueden trasmitir, técnicas avanzadas de psicología efectiva para la superación personal, con las cuales la gente puede ayudarse a sí misma a salir “exitosamente” de los problemas comunes y cotidianos que se producen a diario; explotar al máximo su propia potencialidad y a reclamarle a la vida todas las recompensas que ésta puede ofrecer y a las cuales todos tenemos derecho si canalizamos sabiamente nuestra energía y fuerza interior.
La idea central de la autoayuda es: «Cada persona puede ayudarse a sí misma sin necesidad de que otra la socorra… pero no dejes de pedir mi ayuda o fracasarás”.
Los orígenes de la autoayuda se remontan aproximadamente a hace más de 4.000 años, cuando los primeros escribas del antiguo Egipto diseñaron los primeros ejemplos, traducidos posteriormente a textos, en los que se trataban diferentes formas de «ayúdese usted mismo«.
En el siglo XX surgen las figuras de Dale Carnegie: CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS y Randy Pauch: LA ÚLTIMA LECCIÓN. Cuando Randy Pauch dio la conferencia titulada «Cómo alcanzar los sueños de tu infancia», le acababan de diagnosticar cáncer terminal de páncreas.
En España, tenemos a nuestro Eduardo Punset y sus viajes: VIAJES AL INTERIOR DE LA MENTE; …AL OPTIMISMO; …AL AMOR; …A LA FELICIDAD, etc., etc.
Por todo ello se hace muy difícil encontrar una sola frase o idea original entre tanto mercader de ilusiones etéreas. Og Mandino, en su célebre EL MEJOR VENDEDOR DEL MUNDO lo dejó muy claro: Se vende muy bien justamente lo que la gente quiere comprar.
Ángel Arribas.
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