Escribía Leopoldo Abadía: “Me preguntan con frecuencia ¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?” Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir: ¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos? Y mi respuesta es: y a mí, ¿qué me importa? Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco”.
Leopoldo Abadía reconocía que sus padres le habían dejado un mundo totalmente diferente del que ellos conocían y que en modo alguno podían imaginar. Guerras, superpoblación, hambre, crisis, internet, globalización… cosas que se escapaban por completo a su percepción.
Hoy muchos se llevan las manos a la cabeza con parecidas inquietudes. ¿Qué mundo estamos dejando a nuestros descendientes?
Todo va de mal en peor. Revertir el cambio climático es la última esperanza para dejar a nuestros hijos un mundo mejor, nos dicen.
No seré yo quien niegue, después de ver desprenderse un trozo de iceberg de 1.600 Km2. en La Antártida, que las temperaturas medias del planeta están subiendo merced a los gases que producen el denominado efecto invernadero.
El efecto invernadero es un proceso natural por el que la Tierra retiene el 65% del calor que emite y que es imprescindible para la vida. Sin esa protección, en lugar de 14º C de temperatura media tendríamos -18º, lo que resulta incompatible con la vida humana.
En la atmósfera de la Tierra, los principales gases de efecto invernadero (GEI) son el vapor de agua (H2O), el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4) y el ozono (O3).
Ahora bien, el incremento de algunos de estos gases, como el CO2, debido a la acción del hombre, aumentan la barrera protectora natural y contribuyen al aumento de las temperaturas.
Se nos dice que para evitar esto es necesario reducir el uso del coche privado de motores de explosión y consumir energías renovables.
Lo que no se nos dice es que la mayor parte de las emisiones de CO2 procede de los millones de barcos que cruzan nuestros mares y océanos, contaminando sus aguas y la atmósfera. Y, por el momento, muy poco o casi nada se está haciendo para evitar esto.
Y todo ello con la amenaza latente del mundo que vamos a legar a las siguientes generaciones.
A muy pocos parece preocuparles qué clase de generaciones vamos a dejar al mundo futuro; cómo los estamos preparando y educando para abordar el imparable avance de las tecnologías, los ordenadores cuánticos, la convivencia con androides orgánicos o la Inteligencia Artificial; qué valores estamos transmitiendo a quienes protestan por la basura planetaria dejando toneladas de residuos plásticos, biológicos y orgánicos en el lugar de la protesta…
Preocúpate por el mundo estás dejando a tus hijos, pero también por los hijos que estás dejando a tu mundo.
Cuestión de prioridades.
Ángel Arribas.
Foto: Pixabay License