El pasado jueves 27 de abril fuí a ver esta obra al Pequeño Teatro Gran Vía. Empezaba a las 22h, cosa que siendo diurna y acostumbrada a dormir a las 23h me ponía en una situación comprometida, porque si la obra era entretenida y tenía ritmo, me mantendría despierta y atenta, pero si la energía decaía o el texto y los actores no me enganchaban, inevitablemente me acomodaría en las (valga la redundancia) cómodas butacas del Pequeño Teatro Gran Vía a echar un sueñecito.
Me acomodé en mi butaca, pero no cerré los ojos en toda la obra. 4 actores (3 hombres y una mujer) entraban y salían del escenario, mostrando las diferencias en la manera de afrontar y vivir la homosexualidad masculina en los años cincuenta y en la actualidad, en Londres. Los protagonistas masculinos, Philip y Oliver se conocen gracias a la insistencia de la novia de Philip, y entre ellos surge algo que tratan de comprender a lo largo de la duración de la obra.
Es interesante ver lo mucho que han cambiado algunas cuestiones, como lo referente a la “moralidad” y a la persecución y castigo que sufrían los hombres homosexuales, y al mismo tiempo todo lo que queda aún por conquistar respecto a prejuicios tanto de personas heterosexuales como de los propios homosexuales. Está claro que se ha avanzado y mucho en cuanto a derechos se refiere, inclusive la celebración del día del Orgullo, que aparece en la obra como un escenario más.
Independientemente de la orientación sexual del público y de su conocimiento acerca de la causa LGBTQ, lo que se muestra es una historia de búsqueda de amor real entre personas de distintas épocas, con todo el miedo, frustración y emoción que ello conlleva. Los actores resultan creíbles a la hora de expresar todo ese conflicto interno que sufren sus personajes cuando rechazan y niegan sus sentimientos, pese a estar convencidos de tenerlos. He disfrutado mirando dentro de estas vidas, de estos personajes atormentados por la inconexión entre lo que sienten y lo que en términos sociales (refiriéndome a las escenas situadas en los años 50) “deben sentir”.
Si tuviera que elegir un momento crucial en la obra, elegiría la conversación entre la mujer de Philip y Oliver, en la que muestra su tristeza y desesperación por no ser amada, por sentir que no es suficiente, por estar sola y por no saber cómo afrontar lo que intuye que su marido siente por dentro, pero que se niega a reconocer. Me quedo con su generosidad al querer priorizar la felicidad de él, su verdadera esencia en vez de la ilusión de una relación de matrimonio feliz que ellos y muchos otros en su misma situación luchaban en esa época por mantener.
‘Antes y después’ en el Pequeño Teatro Gran Vía de Madrid del 27 de abril al 4 de julio de 2017.
Más info: Grupo Smedia