He tenido la suerte de asistir al espectáculo de mimo ‘Más allá de las palabras‘ que está ofreciendo José Piris en la sala Tarambana de Madrid. Le acompaña con acordeón, teclado, profesionalidad y buen hacer, Sara Martínez.
José Piris es un hombre grande, alejado de la imagen que yo tenía del mimo, ligero, pequeño y enjuto, que era su maestro Marcel Marceau, referente de este arte para la que subscribe. También es cercano, cariñoso, amable y con un gran sentido del humor, características que demostró en la representación y en el coloquio posterior al que asistí y que facilitó sobremanera el trabajo de transmitir estas líneas.
Piris ofrece más de una hora de humor, historia, imaginación, música y cuerpo con alardes de profesionalidad, amor a su arte y cariño al público que acude a verle.
Sara Martínez y José Piris estarán en esta sala todos los miércoles de febrero. Y en un futuro próximo en el Teatro Tribueñe y el Teatro Infanta Isabel.
¿Cuánto tiempo te llevó la preparación de este espectáculo?
Realmente no sé cuánto me ha llevado. Este espectáculo empezó un día que iba con mi compañía, una compañía de siete personas. Se pusieron todos malos con gastroenteritis, y tuve que salir al escenario e improvisar un espectáculo de aproximadamente una hora junto a Cristina Collado. Y lo que hice fue tirar del repertorio que conocía en el legado del mimo, vi la respuesta del público y me di cuenta de que muchas de las piezas clásicas ya no se ven. Yo tiendo a hacer espectáculos de mimo, con temática más actual. Entonces las revisité, y pensé ¿porqué no volver a proponerlas? Descubrí que de contemporáneo y moderno se hacen mogollón de cosas hoy en día pero hay muy poca gente que haga cosas de mimo de estilo propiamente. Decidí elegir unas pantomimas y crear este espectáculo homenaje a mis maestros. La primera es una pantomima metateatral “Tespis y el último ave”, jugando con el público, que tiene claves de clown, la segunda es “La pluma”, una pantomima poética, la tercera es “El comedor de corazones” , una pantomima expresionista, la cuarta es comedia ligera “La agencia matrimonial” y la última es mimo de estilo, “El fabricante de máscaras”. Quería que el público viera que se pueden hacer diferentes estilos. Creo que ahora mismo llevo unas quince representaciones.
Hay unas cincuenta piezas que conozco y que llevo haciendo muchos años, las enseño a mis alumnos en mis clases, las trabajo porque me parece muy bonito trabajarlas y porque creo que hay algo dentro de ellas que te hace entender el lenguaje del mimo. Estas son pues una pequeña selección que he hecho de ellas.
Ahora estoy trabajando sobre otro espectáculo en el que entran otro tipo de pantomimas más modernas y que es autobiográfico. Va un poco en esta línea de trabajo oral y trabajo mímico.
¿Cuál ha sido el contratiempo escénico más gordo que hayas tenido y que hayas podido solventar?
Pues mira, ha habido varios, son ya casi 35 años que llevo en las tablas pero recuerdo uno con mucho cariño, con la edad de 19 años. Estaba haciendo un “Juez de los divorcios” de Miguel de Cervantes y me golpeé contra una de las cajas de boca de escena, era una estructura de madera, de unos siete metros de altura y empezó a caer hacia el público. Toda la compañía tuvo que dejar lo que estaba haciendo para ir a buscar la bambalina. Me sentí tan responsable de ello que cuando cayó la caja sobre el foso de los músicos, no hubo ningún herido, paré y empecé a hacer toda mi parte en el esqueleto de la caja. El público se fue sin saber realmente si era o no un espectáculo en el que se había pensado hacer un hecho metateatral de esas características. Tengo muchísimas más, podíamos estar aquí hasta las doce y media de la noche contando hazañas de estas. El truco está en entender que lo bonito del teatro es que es un acto vivo, un acto ritual vivo. Cuando se da un hecho que tú no sospechas que vaya a pasar, creo que la mejor manera de abordarlo es abrazarlo, abrazarlo con toda tu alma.
¿Qué piensas de la improvisación?
Para mí, la improvisación es maravillosa. Yo creo que el teatro debe tener una gran dosis de improvisación. Lo que sucede es que debe ser como esa novia a la que conoces muchísimo. No puede ser una improvisación en la que no puedas sentirte seguro, es una improvisación en la que hay un gran repertorio detrás, en la que tú puedas trabajar, te puedas entregar.
Se te ve como un niño todo el rato, con una manera de jugar que trasmite ilusión, esperanza, alegría y da la impresión de disfrutar maravillosa.
A lo largo de mi carrera no siempre he tenido la libertad de poder sentirme como un niño en escena. Creo que cuando llevas mucho tiempo sirviendo a un lenguaje, a un arte, a un estilo, y sientes que es algo que ya forma parte de ti, no estás tan pendiente de querer hacer bien las cosas, de querer actuar bien o de querer representar bien. Te sientes con la seguridad de poder entregarte a divertirte escénicamente.
Yo creo que todos tenemos algo de niños. Tú puedes ver algo de un niño en mí porque todos tenemos un niño dentro. Lo que pasa es que va cambiándonos un poco la cara, los huesos, etc. Antes yo tenía menos dolores. Ahora, cuando cojo el carrito de mi niño me dan las lumbalgias. Pero es lo único que cambia, el cuerpo no aguanta el mismo tirón pero creo que la ilusión dentro del mimo también ayuda mucho a creer en lo invisible, a creer en lo imposible, que es algo que la sociedad en la que vivimos cada vez nos mutila más, no nos deja brillar y yo creo que tenemos derecho todos los seres humanos a brillar.
He echado de menos en este recorrido de la historia de la comedia el poder sentirme reflejada viendo alguna referencia, haber nombrado a alguna mujer en la comedia. Y me sale una petición.
Estoy de acuerdo. Te la compro, el próximo día estará una mujer dentro del espectáculo. Me encanta, de hecho, de algún modo las hay, las palomas son mujeres, la luna es una mujer, todas las que entraron en la agencia matrimonial son mujeres, son visibles, ¿no? Pero te tomo la petición porque de hecho, tengo una vida rodeada de mujeres. En mi escuela todas mis profesoras son mujeres, en mi compañía predominan las mujeres. Acabo de terminar a las ocho y media un curso de clown donde todas son mujeres menos uno, Juan. Y mi agente es una mujer, Laura Spachetti.
Antes hablaba en la cafetería con algunas amigas de que había participado en un festival en junio aquí en Madrid y todos los nombres que aparecen son hombres y una de las cosas en las que he insistido mucho es en que hubiera mujeres. Así que estoy totalmente de acuerdo contigo y tomo en serio la petición.
He alucinado con la última, como eres capaz de trasmitir con la cara una emoción y con el cuerpo otra totalmente diferente.
Yo creo que es ponerse. Bueno, requiere mucha concentración básicamente. Es como que tu mente tiene que estar dentro, al servicio de la emoción pero también está fuera porque está al servicio de la técnica. Es complicado porque en la parte del cerebro que está al servicio de la técnica no puede estar por encima de la emoción pero tampoco puede estar sola la emoción porque si la dejas sola, la emoción hace verdaderos desastres. Es complejo pero es muy bonito, inténtalo. Inténtalo en casa. Haces que te pones una máscara y pruebas un poco a buscar en el cuerpo. Yo animo a todo el mundo a que haga esto porque a mí me ha hecho muy feliz.
¿Se necesita un gran físico para hacer lo que has hecho hoy?
No entiendo muy bien lo que puede ser un gran físico. Yo si me destapo ahora soy un hombrecito, con panza y esas cositas. Lo que sucede es que llevo mucho tiempo haciendo esto .Yo tenía pelo cuando empecé. Y era un niño realmente. Es algo que no he dejado de hacer nunca y por lo tanto mi cuerpo entiende como es este lenguaje, es como el que habla inglés, mi cuerpo está preparado para navegar en este lenguaje. Hoy, especialmente yo tenía un cuerpo que estaba constantemente cuidando de no hacerse más daño del que me hice viernes que estaba lesionado y sabía cómo no forzar más.
En realidad, yo creo que ahora mismo hay muchas personas que se están formando en el mundo del mimo. Cuando yo empecé en los años setenta, ochenta particularmente, no había mucha gente. Ahora hay infinidad. Aquí en esta misma sala hay mucha gente que se levanta por las mañanas y se pone a hacer mimo y se tira hasta las tres, las cinco de la tarde haciendo mimo, máscaras, clown y bueno, es un oficio, como ser carpintero o ser panadero o ser escritor. Étienne Decroux, padre del mimo contemporáneo y creador del mimo Corporal Dramático, decía “Corazón de poeta, cuerpo de atleta”, eso es un poco el mimo.
Yo te diría que la maravillosa Sarita al piano mueve los dedos con una rapidez infinita, es una acróbata de los dedos pero también mueve el corazón mientras mueve los dedos y también mueve el sentir, su sensibilidad y la métrica matemática y un montón de elementos y mientras hace todo eso me mira a mí y está pendiente de ustedes. O sea, creo que cada oficio requiere un montón de dedicación, de entrega y bueno a vosotros os llama mucho la atención pero hay mucha gente que está haciendo cositas de estas. Realmente es tan complejo como puede ser cualquier oficio si está bien hecho o por lo menos se intenta aunque a veces te tiemblan las manos y no puedes evitarlo.
¿Qué espacio tiene el mimo en el panorama teatral actual? ¿Se vive del mimo? ¿Hay lugar para ello?
Es una buena pregunta. El mimo no se conoce apenas en este país. Ahora se conoce mucho más de lo que se conocía por ejemplo en el año 98. Mira, yo llevo aproximadamente unos 25 años viviendo del mimo, es mi trabajo, mi oficio y con él como, pago mi casa, vivo humildemente, tengo mi escuela que también pago a través del mimo. Todo lo que hago viene de ahí y de las familias similares al mimo, a los géneros del teatro corpóreo. Cada vez veo que hay más compañías emergentes que se dedican al teatro visual, al teatro del gesto, al teatro corporal, al teatro físico, cada vez afloran con más frecuencia y diversidad, cada vez hay más en los festivales internacionales, en Edimburgo, en Avignon, etc. Son compañías que tiene la facilidad de poder viajar por todos los países porque tienen un lenguaje universal, no están condicionados por el idioma. El otro día, hablando con una buena amiga mía me decía que solo el 9 por ciento de los actores españoles vive de su trabajo. Entonces, con que el 2 por ciento de ellos sean mimos yo me daba por contento.
El problema no está solo en si el mimo tiene un espacio, el problema está en si el teatro tiene un espacio y si el arte y la cultura tienen un espacio en nuestro país. Para mí, el espacio está delimitado por la materia, con lo cual si tú vas dando codazos a los sitios, vas empujando y vas haciéndote sitio es posible que encuentres tu espacio. Nosotros solemos ser muy dulces pero llegados a un punto, igual los artistas debíamos de plantearnos si hay que reivindicar nuestro espacio. El arte en general ha sido un fiel heredero, legado y testigo de la historia y eso es algo que se olvida con mucha facilidad, especialmente a los señores políticos que no saben situar los oficios donde deben de estar. Hay médicos ,ingenieros o abogados, son trabajos que están en auge porque hay coronavirus, porque hay pleitos, edificios y carreteras que hacer pero es necesario tener en cuenta que algún día cuando tengamos que hablar de qué es lo que hizo el ser humano a finales del siglo veinte y a principios del siglo veintiuno y no sepamos con qué letra se van a poder leer, no sepamos en qué pinturas vamos a poderlo ver, entonces, no sabremos cual es la huella que estamos dejando, que no nos están dejando plasmar.
Creo que hay una gran responsabilidad por parte de los artistas pero también por parte de la sociedad para que haya ese espacio. En lo referente al mimo yo, hago lo que puedo y tengo un regimiento de mimos que siguen trabajando a corazón abierto en el Noveau Colombier y el día que yo ya no me pueda mover de la silla espero que ellos continúen legitimando este arte. Para mí, más allá de los artistas está el propio arte.
En los Max, por ejemplo, no hay premios al mimo. Lo hay al vestuario, al maquillaje, a la escenografía pero no lo hay al mimo. No lo ha habido nunca y no sé si lo va a ver.
Mariel Peralta.