Una serie de máquinas se dedican a depositar carbón en los distintos barcos que zarpan del puerto. Poco después, uno de esos barcos llega a Islandia. Entre tanta maquinaria, Aki Käurismaki decide concentrarse en una pila de carbón bien negra, de la cual sale un rostro primero, un polizón ennegrecido después. Esos primeros instantes, en los que el hombre observa su entorno, deja patente que ‘El otro lado de la esperanza’, como en la película anterior del cineasta finés ‘Le Havre’, prefiere hablar de los hombres antes que de las fronteras con las que este pretende dividirse. ¿Y quién mejor para hablar de Finlandia y sus problemas con los inmigrantes que un hombre que surge del pozo más negro –esto es, de la guerra?
Lo primero que destaca de Aki Käurismaki es que es capaz de dibujar la naturaleza de su país sin ocultar sus propios defectos. Khalil, refugiado sirio, es esa sabia nueva que, en primer plano, relata los horrores de la guerra y apela a las fuerzas políticas y al historial de Finlandia, que en su día tuvo que refugiarse en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como dice el director finés en una entrevista a El Español, su país de origen (hoy día reside en Portugal) ha ignorado su propio pasado y, aunque algunos no olvidan que hay que solidarizarse con el prójimo (desobedeciendo al sistema), su país es tan poco empático y tan hipócrita con los refugiados sirios que desea quitárselos de encima. ‘El otro lado de la esperanza’ muestra tal coyuntura humanitaria, en la que Khalil desea reencontrarse con su hermana y vivir ambos en paz en Finlandia, a través de un fresco de conductas en las cuales Khalil es el epicentro de la historia.
La doble falsa trama paralela ni siquiera esconde la realidad de Khalil y sus compañeros, que deben forzarse a ser felices en un país que les margina –como Charles Chaplin en ‘Tiempos modernos’, cuando se le pide trabajar más de lo que puede, alienándose así del sistema–, pero en donde también reciben la calidez humana de quien desobedece al sistema para echarles una mano. Y es precisamente el vendedor de camisas, protagonista de la otra trama, quien no tiene problema en chocar sus ego al desnudo con aquello que es nuevo, aunque muchas veces lo haga tan bien (o tan mal, como cuando convierte su restaurante en una cadena de sushi) como puede. Y ahí, sin duda, está el verdadero humanismo de Käurismaki: su humor se basa sobre todo en el patetismo y en la aceptación de la vida tal y como viene, aunque esta –como bien dibuja su final– venga no siempre cargada de alegrías.
Con un modelo de producción más cercano a sus allegados que en ‘El Havre’, Aki Käurismaki consigue un trabajo de guion más libre en tanto que salpica al espectador de las distintas realidades de su país a través del filtro de personajes tan pícaros y valientes como generosos y entregados. El cineasta finés es consciente de que las contradicciones de su país y de sus personajes enriquecen el conjunto, y baña eso de la melancolía y del malestar que la inmigración produce a los receptores del fenómeno y a los mismos emigrantes.
‘El otro lado de la esperanza’ se estrena el 7.4.17.
Carlos Martínez.