A veces los pequeños proyectos se acaban convirtiendo en grandes producciones, y ese es el caso de ‘La Llamada’ de Javier Calvo y Javier Ambrossi, más conocidos como ‘’Los Javis’’. ‘La Llamada’ nació como un proyecto pequeño hace ya la friolera de casi 5 años en el hall del Teatro Lara de Madrid, un proyecto entre amigos, para divertirse, expresarse y disfrutar de la magia del teatro.
Pero parece ser que, precisamente, el amor depositado en esta obra y el amor de Dios y su bendición hicieron que esta joya no se quedara ahí, sino que creciera, y creciera, y creciera hasta llegar a ser una de las obras de teatro más punteras de la capital. Y, a día de hoy, una película preciosa; cuidada y mimada en cada detalle de la que el público de todas las edades está quedando absolutamente prendado.
Y es que, los Javis, han sido muy fieles a la versión de teatro que tanto éxito ha cosechado. Y eso ha sido un acierto. Misma estructura, mismas actrices y actor que conformaban el elenco original de la versión teatral, adaptaciones necesarias al cine, pero muy bien escogidas y acertadas, la incorporación de nuevos personajes que aportan frescura y comedia a la trama y, sobre todo, sensibilidad y mucha emoción como sello de calidad de estos jóvenes prometedores cineastas.
Whitney Houston, fe, cristianismo y amor, tanto heterosexual como homosexual. Amor por igual. Extraña combinación que lejos de ser una ofensa es un canto a la libertad, al amor libre y pleno, a la necesidad de jugar y bailar con la vida, de ‘’lo hacemos y ya vemos’’ (lema principal de los creadores) y un verdadero ejemplo de que todo puede ser, todo puede ocurrir, todo tiene cabida y no tiene por qué ser raro o por qué mirarse con malos ojos, ya que si ocurre y sucede es porque es natural.
Un elenco en estado de gracia, rebosante de verdad, dejándose la piel en cada secuencia consiguiendo una combinación perfecta entre la comedia y el drama, acompañada de tintes musicales que endulzan la trama y nos recuerdan la grandiosidad y la belleza del amor. Una Gracia Olayo insustituible, como todos sus personajes; de peso y convicción, una Macarena García llena de luz; de brillo en los ojos y de preciosa duda por lo que realmente siente y quiere, una Anna Castillo totalmente visceral; sorprendida por la vida y sus circunstancias, valiente como la que más, una Belén Cuesta inmejorable, encarnando a la que podría ser la persona más buena del mundo; un alma llena de bondad, de empatía, de amor, cariño y de ganas de vivir y de experimentar, y un Richard Collins-Moore atractivo, juguetón y, obviamente, todo poderoso.
Con una mezcla de las canciones propias y originales de la obra de teatro y la pegadiza y rota voz de Leyva consiguen un acompañamiento musical que deja de ser acompañamiento para convertirse en la mejor forma de contar lo que ocurre, lo que acontece, lo que cada uno de los personajes siente.
En definitiva, desde la primera imagen hasta el último sonido están cuidados y resultan perfectos para contar lo que esto jóvenes talentos querían contar: la libertad, el amor, el atreverse a vivir y el hacer lo que realmente se siente. Y es que si realmente existe un Dios y puede ver desde allá donde esté la película seguro que hasta a él le gustaría…
José Luis Valverde.