“Si te comportas como un imbécil, te tratarán como a un imbécil”.
Refranero español.
Esta mañana, en la mesa de al lado en la que suelo desayunar, discutía una pareja sobre la conveniencia o no de celebrar las fiestas señaladas en el calendario laboral. El hombre sostenía que no se debería celebrar el día de la Hispanidad, por ser una exaltación del patriotismo nacional, ni, por supuesto, el día de la Constitución o el de Navidad.
La mujer argumentaba las diferencias entre los conceptos de fondo y forma, con escaso éxito.
⎯ Si la empresa te da fiesta —razonaba ella— no tienes que ir a trabajar, pero tampoco asistir a ningún acto vinculado a la fiesta. Nadie te obliga a leer la constitución, ni a presenciar actos castrenses, ni a poner el belén.
⎯ No sé por qué hay que celebrar la Navidad. No es más que una mala imitación de Mitra y del mitraismo, una deidad persa de 1.400 años A. C.
⎯ No comas turrón ni bebas cava. Nadie te obliga. Las formas te las puedes saltar. No pongas un belén, ni árbol ni gorditos vestidos de rojo, ni nada. Pero en el fondo, sabes que es un día festivo en el que estás dispensado de trabajar.
En este punto me puse a pensar que lo cierto es que la Navidad, tal como fue concebida, hace mucho tiempo que ha convertido en el acontecimiento comercial del año. Ahora se rivaliza por ser la ciudad que utiliza más bombillas, o las enciende antes, o usa los motivos más disparatados, más inclusivos, más descafeinados o más laicos… como si la fiesta que conmemora el nacimiento de un dios pudiera ser laica.
Por otra parte, el bombardeo al que nos somete el comercio es demoledor. Las campañas de Navidad se programan desde primeros de septiembre, y no se reducen a figuritas de plástico, portales, trineos, árboles, adornos, leds de colorines destellantes, etcétera, etcétera. Toda la fuerza capaz de impulsar las ventas de todo tipo, alimentos incluidos, se pone en marcha para llegar a diciembre perfectamente afinada y con el rodaje hecho.
Quizá la ciudad de Nápoles ha sido la más sincera (o menos hipócrita, si se prefiere) con este asunto. En efecto, sus calles aparecieron adornadas con figuras humanas portando sus compras, paquetes de regalos de diversas formas y colores, sin ninguna estrella, trineo o gorros rojos. Directos a lo que de verdad es hoy la Navidad.
Ángel Arribas.